viernes, 25 de febrero de 2011

Resumen: Hegel, Fenomenología (25-39)

Resumen de Hegel, Fenomenología del Espíritu, "Prólogo", pp. 25-39.
Por: Rodrigo Gastón

III. El conocimiento filosófico

Este difícil autor, en el apartado en cuestión, continúa señalando la importancia de la dialéctica entre el ser sí mismo y el ser otro y sus momentos hacia la Verdad, en la cual de ninguna forma podría participar lo falso.

El camino de la ciencia es el de la experiencia de la conciencia sobre la sustancia; es el movimiento del espíritu (que se denomina fenomenología) que deviene él mismo en otro al desdoblarse, convirtiéndose éste último en un objeto de sí mismo sólo para superar esa determinación negativa y volver a sí mismo (el autor entiende por lo negativo tanto la diferencia o desigualdad entre el objeto y el sujeto como la que existe entre la sustancia respecto a sí). Esta actividad dialéctica no es, sin embargo, externa, sino que acontece desde dentro de la sustancia, como su propio movimiento hacia lo que es mediante lo que no es; la cosa, o sea la sustancia, es lo que es pero contiene al mismo tiempo lo que no es. Esto es sobre lo que el espíritu actúa, haciendo coincidir el para sí de la sustancia con su propia esencia –aquello que la sustancia de hecho siempre fue–, hallando así lo verdadero. Por lo tanto, aquel momento negativo y necesario –la negación del ser otro– no puede concebirse como falso, pues es imprescindible para la adquisición de la verdad. Lo falso no participa pues, en la concientización de la verdad (“lo falso no es ya en cuanto falso un momento de la verdad.”, p. 28).

Posteriormente Hegel critica fuertemente el conocimiento histórico y el matemático, si bien es cierto que se aboca principalmente al segundo, señalándoles algunas deficiencias con respecto al conocimiento filosófico:
  • “La pobreza de su fin”: estas “pseudociencias” (de acuerdo con los argumentos del autor) buscan la obtención de resultados –la magnitud–, en donde según Hegel nunca podría residir la verdad, pues ésta no es una sustancia muerta, sino siempre viva y en constante movimiento.
  • “El carácter defectuoso de su materia”: los conceptos, abstractos o no, de los cuales se sirven estas disciplinas –como la matemática de lo real y el espacio–, se toman sin criticidad alguna como sustancias predeterminadas, o lo que es lo mismo, sustancias fijas, muertas. Siendo así que esta materia, por incapaz de moverse por sí (por el espíritu), no puede alcanzar la esencia, permaneciendo en las determinaciones inesenciales.
  • La supuesta verdad de este tipo de conocimiento está más bien en la relación de la sustancia con el sujeto, algo externo, que consigo misma. Es decir que en las matemáticas, a diferencia de la filosofía, sólo aparece la percepción del objeto para la conciencia; no se concibe ni el 1 ni la “x” por sí mismos, jamás coincidiendo su “para sí” con su “en sí”.

En contraste, la filosofía (el pensamiento conceptual) se mueve en los terrenos de lo real y lo verdadero, buscando esto último no en algo que “yace del otro lado, lo positivo muerto”, sino en el proceso dialéctico de sí misma, en el cual hasta lo no-esencial y que tiende a desaparecer forma una parte necesaria de este movimiento del espíritu. De este modo, mientras las matemáticas adquieren sus determinaciones desde fuera, la filosofía las adquiere desde sí y por sí misma –a través, como ya hemos insistido, de la negación de su no ser–, en su autoconciencia y su automovimiento.

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