jueves, 31 de marzo de 2011

30.03 Marx y Engels. Entronque de la filosofía y la realidad

Bitácora de la clase del 30 de marzo de 2011
Por: Rodrigo Gastón


En la acostumbrada sesión de preguntas, se hicieron básicamente dos cuestionamientos: ¿qué entiende Marx por vida? y ¿cuál es la división natural del trabajo y la sociedad natural?

A lo primero, se aclaró que Marx se refiere con vida, como parte esencial de su paradigma, a las condiciones materiales del ser humano, mediante las cuales también se reproduce a sí mismo (en el sentido “espiritual” y en el sentido de la procreación).

En cuanto a las preguntas por la naturaleza tanto del trabajo como de la sociedad, Marx intentaba dar respuesta al origen del ser humano y vislumbrar las posibles formas primigenias de organización social. Por ello, Marx habla de una división del trabajo natural en cuanto dicha división está determinada por las diferencias elementales de los seres humanos, como puede ser la fuerza física. La verdadera división del trabajo no aparece sino hasta que se separa el trabajo intelectual del manual. Por otra parte, desechamos el concepto de una “sociedad natural”, dado que ello iría en contra de la transformación histórica.

Ya sobre la marcha, retomamos lo que manifestó Marx en el texto anterior acerca de la necesidad de superar el Espíritu (del que habla Hegel, claro está), que se encuentra en un lamentable estado de putrefacción. La crítica encontraba su fundamento en la inmensa contradicción entre el “gran pensamiento alemán”, uno de los más adelantados de Europa, y la “realidad misma de Alemania”, retrógrada en comparación con la francesa o la de Inglaterra. Los neohegelianos, que es contra quienes se dirigen la mayoría de las críticas que hay en La Ideología, no veían esto, y su “crítica revolucionaria” se limitaba a analizar los dogmas y los paradigmas anteriores, a “combatir frases”, mientras esa crítica únicamente en el nivel del pensamiento no modificaba en lo más mínimo la difícil situación social que atravesaba Alemania. La crítica a la religión –la cual también hace Marx– era el blanco de la mayoría de los pensadores alemanes, quienes quedaban así encerrados en la falsa idea de que “lo único que hay que cambiar son las ideas”, justificando de esta manera el sistema social, o modo de producción predominante.


Cuando Marx y Engels hacen la importante pregunta ¿cuál es el entronque entre la realidad objetiva y el pensamiento alemanes? –otro planteamiento medular para el materialismo–, invierten también la parábola hegeliana sobre el búho de Minerva; la filosofía no debe servir solamente para pensar el pasado, sino que su fin es la transformación de la realidad material, objetiva, de los seres humanos.

También abordamos la diferenciación que hacen estos autores entre el ser humano y el animal. La naturaleza es para el ser humano producir sus medios de vida, su medio ambiente, su entorno, produciéndose a sí mismo en el proceso; el Hombre planifica la satisfacción de sus necesidades, a diferencia del animal que no puede ir más allá de su propia “naturaleza”. Aquí retomamos un punto vital de la teoría que estamos revisando: como la producción es el ser del Hombre, es el humano mismo quien, al producir y reproducir su vida misma, termina produciendo también sus ideologías. Esta ideología es identificada, dentro del esquema de Marx y Engels, como Superestructura, mientras que la Estructura, sobre la cual aquélla descansa, se refiere precisamente a las condiciones materiales, más adecuadamente, a las fuerzas productivas y al modo de producción a través de las cuales el ser humano mismo mantiene su propia vida; quedando así claro que “no es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia”: la ideología es el producto de cierto modo de producción. Concluimos que, aceptando esta premisa, con el fin de transformar la realidad (la “latinoamericana”, por ejemplo) no debemos “luchar contra frases”, sino modificar estas condiciones objetivas, pues el modo de producción mediante el cual se desarrolla una sociedad determina el “modo de vida” de los miembros de tal sociedad.

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